Una obra maestra intemporal
16/11/2009Publicado en El Placer de la lectura (blog)
Conti decía: "No sé si tiene sentido pero me digo cada vez: contá la historia de la gente como si cantaras en medio de un camino, despojate de toda pretensión y cantá, simplemente cantá con todo tu corazón: que nadie recuerde tu nombre sino toda esa vieja y sencilla historia". Sudeste es un homenaje práctico a esas palabras.
A principios de los sesenta Conti, cambió su residencia al Delta del Paraná. Quería preparar un velero que tuviera el nombre de su hija Alejandra. Ya había visitado la zona en la década anterior y tenía la confianza de amigos y vecinos de allá que conformarían el crisol de su primera novela Sudeste. Al parecer la gran pantalla estaba detrás de todo el proyecto, aunque hubo de esperar más de cuarenta años hasta Sergio Belloti la convirtiera en cinta. Los planos, la descripción de cada uno de ellos, la ubicación física de cada parte del río indicando incluso la boya kilométrica exacta, permitiría fácilmente ubicar cada escena.
Conti se retrata en el Boga, protagonista que conoce el río en cada recodo, costa, ribera y profundidad. Sólo en eso, pues el Boga es un hombre del río que a la muerte de su maestro, el Viejo, permite que su corriente le arrulle y arrastre convirtiéndolo un ‘vago’, un vagabundo que malvive, para simplemente por continuidad hacerlo posteriormente delincuente y al final arrinconarlo hasta la muerte.
Los personajes hablan más en sus silencios y sus gestos que con sus palabras, hasta sus nombres son esquematicos, el ‘hombrecito’ o el ‘cabecita’, es el idiota mudo que les acompaña, el ‘hombre’ será el contrabandista al que se sometan o ‘la rubia’ el matón que hará el trabajo sucio. Sin embargo sorprende como Conti es capaz de marcar a cada paso los leves sentimientos de cada uno, el brillo del odio, la mezcla de alegría y tristeza, el miedo; hombretones curtidos mostrando sentimientos descritos por otro hombre no son muy habituales en la literatura.
Dos luchas se sostienen a lo largo del relato, la primera entre el hombre y el río, marcada por las circunvalaciones de el Boga y la segunda, la lucha del hombre con el hombre, cuando entre ellos sostienen y miden sus fuerzas. Otra lucha tercera sería la mezcla de naturaleza y maquinaria representada por la emoción cuasi de seres vivos de las gentes del río por los barcos, los motores y las conversaciones y pensamientos que sobre ellos mantienen llenas de emoción.
Conti describe hasta el mínimo detalle con una prosa realista, aridamente bella, objetiva, en la que como en su máxima inicial se despoja de las pretensiones para que la historia como el río fluya por si misma.
Sudeste, en esta nueva reedición de Bartleby merece ser releída como una de las obras maestras intemporales que a pesar de estar a punto de cumplir cincuenta años sigue sorprendiéndonos.