Maestro Crespo
01/09/2009Publicado en www.elplacerdelalectura.com
En el panorama cuentístico español irrumpe con una fuerza descomunal uno de los mejores libros de relatos de este año: El Peluquero de Dios. El profesor, poeta y redactor Antonio Crespo (Madrid, 1951) compone siete esplendidos textos donde personajes, mundos y universos diferentes son tratados con un mimo y un cariño tanto en su composición como en su trama que nos han dejado maravillados.
Con una ‘prosa tersa’, amable y plena, Crespo unge cada uno de sus cuentos llenos de sentimientos que atenazan a sus protagonistas, quienes viajan desde lo abarcador hasta lo concreto, cerrando el ámbito de su interés hasta llegar siempre a un punto, un vértice sobre el que pivota toda la situación y que el sabio escritor hace que explote ante nuestros ojos comprendiendo de forma impactante todo su contenido.
Así, por ejemplo, en el relato que da título al libro El peluquero de Dios, el autor recupera la mejor tradición judía de principios del siglo veinte al que añade un punto de intriga y odio que lo eleva aún más. La fantasía también tiene su lugar en Pequeño paisaje con mirada, que ambientado en el Retiro madrileño juega con la realidad mezclándola con la figura paterna y culminando con un final genial. El arrepentimiento del profesor jubilado en La última clase nos pone la piel de gallina al transportarnos a la conciencia torturada de este buen hombre por un único error en su vida. Y así seguiríamos con los otros cuatro textos que faltan.
En un placer leer a Crespo, construye las frases con una variedad tan amplia que resulta fácil encontrar más de diez formatos diferentes en cada relato. El lector habitual nota como la lectura es ágil pero muy enriquecida por esas construcciones especiales que le dan una viveza especial. Por tanto, desde la palabra siguiendo por la proposición hasta el párrafo y de ahí al cuento completo todo esta compuesto de una esencia literaria magistral que le señala como un referente único para cualquier cuentista y para cualquier escritor.
Nos descubrimos ante usted, Maestro Crespo.