La tenacidad de una hija de la derrota
05/05/2012Publicado en Babelia (El País)
Angelina Gatell, que convirtió su casa en un reducto antifranquista, ha vuelto a la poesía tras décadas de silencio
EN 1974, LA POLICÍA franquista irrumpió en la casa de la poeta Angelina Gatell, en un barrio periférico de Madrid, y detuvo a uno de sus hijos. De los bajos de la abarrotada librería sacó y requisó su correspondencia con muchos amigos —Rafael Alberti, José Hierro, Blas de Otero…—, pero no reparó en una carta de Pablo Neruda colgada en la pared. “Lo más indignante es la ignorancia que tenían. ¡Se llevaron la obra completa de Neruda que estaba publicada en Madrid!”, cuenta aún indignada esta mujer vehemente, que se define como “muy bocazas”. Casi 38 años después, el soleado cuarto de estar está intacto y plagado de fotos de la intelectualidad de posguerra. “¿En ese ambiente cómo iba a escribir? Había mucha gente que te rehuía por miedo”. En ese tiempo no publicó nada —“creía que era colaborar con el régimen”—, pero hoy, a sus 86 años, ha cogido carrerilla. Bartleby ha editado tres libros de poesía —el último, Ceniza en los labios, recrea los amores de “una hija de la derrota”— y pronto saldrá una reedición de Poema del soldado, con el que ganó el Premio Valencia de Poesía en 1954, mientras prepara para La Casa del Actor su autobiografía, que arrancará con la fiesta de la proclamación de la República a hombros de su padre.
“Me dicen que siempre estoy hablando de lo mismo, pero no puedo dejar de hacerlo. Quedamos poquísimos testigos”, sostiene Gatell, nacida en Barcelona. En 1958 se instaló con su marido en Madrid y su casa se convirtió en punto de encuentro de antifranquistas. “Era una anfitriona pobre, pero para tortilla siempre hubo”. Fue allí, en los sesenta, donde José Hierro, Aurora Albornoz, Manrique de Lara y el matrimonio organizaban los actos de la tertulia Plaza Mayor, hasta que una conferencia de Blas de Otero terminó con la paciencia de la dictadura y la prohibió. Allí también recibían a un vecino, Francisco Umbral, que la llamaba “Miguel Hernández con faldas”, por su pasión por el poeta. En aquellos años, Gatell publicó, a su pesar, una biografía cercenada de Neruda. “Estaba dispuesta a dar mi trabajo por perdido, pero Pablo quiso que la publicase, alegando que se convertiría en un documento de la censura”. Sigue infatigable tras haber criado a tres hijos, montado una compañía de teatro, traducido casi 150 libros y escribir para niños. Incluso sustituyó durante un tiempo a Gracita Morales en una serie de televisión, cadena que la terminó despidiendo por firmar un documento contra la represión a mineros asturianos, pero a la que regresó para adaptar los dibujos animados de Marco o Heidi. Cada año visita la tumba de Antonio Machado. “Cada vez se ven más canas. No hay que perder la memoria”. Elisa Silió