Ovejas esquiladas, que temblaban de frío es un canto al amor, al no olvido
01/05/2011Publicado en En sentido figurado, Revista Literaria
Tras un largo viaje “on the road”, sin más equipaje que el verso, el poeta pacense Gsús Bonilla se bajará del autobús de los sueños en el andén 12, platform twelve. Afuera bullen las calles de Atrapatontos. Nada más poner un pie en la ciudad ve que todas las calles están llenas de perros pelones que bostezan de hambre; ovejas esquiladas que tiemblan de frío; pavos reales sin sus bellas plumas haciendo cola en las oficinas del INEM, viejas y niños suburbiales buscándose la vida en la boca del metro; prostitutas invadiendo las aceras; picarescos seres marginales llenándose la tripa de cualquier forma. Detrás de la máscara acrisolada que muestran los folletos turísticos hay otra polis durmiendo la siesta a la intemperie de sí misma. Pongamos que hablo de Madrid, que diría Sabina. Pero de pronto suena la campana. Todos se han ido, las calles desiertas, los chinos vendiendo bocadillos, los borrachos cayéndose una y otra vez en la misma esquina bajo un espantoso mar de vómito… Si hay algún término con el que uno pueda tomarse una tapa en algún bar a esa hora de la madrugada, seguramente sea el de “soledad”. Así Bonilla siente la necesidad de miccionar los ácidos interiores en lo oscuro. Su mirada se abate por los ángulos más insospechados de la gran metrópolis. Hay manchas por todas partes. Quizás en ese momento sienta la necesidad de la rehumanización del arte (lo siento Ortega, otra no nos queda).
El poemario es un folleto turístico en el que Gsús denuncia (sí: DENUNCIA…, bella palabra en estos tiempos…) la carestía, el aura famélica de los desheredados y las ganas de nuestros hábiles mandatarios para no hacer nada y que parezca que sí lo están haciendo. Pero nosotros somos el pueblo. La voz del pueblo miguelhernandiana. Supongo, Gsús, que no podrán callarnos... Y así el poeta se hallará inmerso en la memoria histórica de un pueblo y recordará persecuciones de posguerra, encarcelamientos y niños con la cabellera infesta de liendres y piojos que jugaban para olvidarse del hambre… Eran otros tiempos donde a su vez se soñaba con otros tiempos. Pero ahora la lucha es global, el enemigo poderoso, y el desafecto nos convierte en ciudadanos de un purgatorio. Ovejas esquiladas, que temblaban de frío es un canto al amor, al no olvido, una parada en nuestra involución hacia el homo economicus para así poder reconducirnos hacia la verdadera perspectiva de la vida: nosotros mismos por encima de todo, incluso del dinero y del éxito.