Radiografía del dolor
22/04/2011Publicado en El perseguidor, Diario de Avisos (Tenerife)
No es frecuente que llegue a las librerías un poemario escrito por alguna poeta norteamericana. Sin duda conocemos la obra de Marianne Moor o Elisabeth Bishop de las que se han hecho magníficas traducciones al castellano, pero no nos es fácil adentrarnos en el mundo de la poesía norteamericana, tal vez, porque tiene que pasar irremediablemente por la traducción por lo que es fundamental disponer de ediciones bilingües que nos permiten comparar y contrastar las traducciones.
Mary Jo Bang es una poeta que nació en el año 1946 en una pequeña ciudad de Missouri, es profesora de inglés y dirige el programa de Escritura creativa de la Universidad de Washington. Comenzó a escribir poesía en el año 1991 y toda su obra se recoge en seis títulos, el último de los cuales, Elegía, es el único traducido al castellano. Por este poemario recibió el año 2007 el National Book Critics Circle Award, que podría equipararse a nuestro Premio Nacional de Poesía.
Elegía fue compuesto entre junio de 2004 y junio de 2005. La primera fecha está marcada por la muerte del hijo de la autora por sobredosis, es pues, una elegía, un canto a la muerte pero es mucho más, es un libro en el que la desesperación por la muerte del hijo deja paso a una reflexión serena sobre el paso del tiempo, la culpa, la desolación del mundo y también la esperanza.
Sabido es que los padres nunca deberían enterrar a los hijos, es como ir en contra de la ley natural que, sin estar escrita, sitúa siempre a los hijos al pie de la tumba de los padres y no al contrario.
Pero no debemos pensar, sin embargo, que se trata de poemas amargos o previsibles nada más lejos de la realidad. Nos encontramos ante una poesía directa que se dirige al lector de una manera certera pero, y esto es lo fundamental, sin mover nunca a lástima, a compasión, sino al deseo de compartir y acompañar siempre de forma serena.
Como no podía ser de otra forma, la soledad es uno de los temas que aparecen de manera más explícita en los poemas acompañada por el tiempo que aparece de diversos modos.”Tú/un niño, luego un hombre, ahora una pluma/que atraviesa un fuego fiero/llamado tiempo” o “Era junio. Ahora estamos en la cima/de octubre donde te tambaleas/al borde de una fecha señalando/ más dolor en reserva”.
El mundo de los objetos aparece en momentos en los que la voz poética parece por un momento distanciarse del hecho mismo de la muerte del hijo “El operario del tanatorio se inclinó/sobre el joven dormido en la plancha mortuoria del Leteo”. “Cómo he podido fallarte así/pregunta el sujeto/al objeto. El objeto es una urna de cenizas”.
“Siempre somos la deriva en marcha” dice M. J. Bang en uno de sus versos, y en otros muchos que no cito para que el lector sea quien los encuentre y valore, lo que hace que este poemario trascienda el hecho de la muerte del hijo para convertirse en una reflexión sobre la vida, la fragilidad y el ser.
Es un poemario denso, como dice el traductor en el prólogo, cargado de hallazgos léxicos y de imágenes sorprendentes que, en ningún caso, nos dejarán indiferentes.
M. CINTA MONTAGUT