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Con dureza y cariño 01/10/2010Publicado en Cuadernos Hispanoamericanos, número 724



No ha dejado indiferente a nadie la publicación reciente de Perra mentirosa / Hardcore, de Marta Sanz. Ciertamente es una de las novedades más interesantes y radicales que han aparecido no sólo en lo que va de este año sino que se podría afirmar con toda rotundidad en lo que va de siglo. Habría que señalar, además, que la propuesta editorial ha sido muy acertada ya que ha combinado en un solo volumen dos poemarios, con la simpática solución de darle la vuelta y alternar en cada cara uno. La Editorial Bartleby, con un diseño moderno y atractivo desde un punto de vista gráfico y comercial, está acertadamente apostando por libros de referencia en el panorama poético español.

Marta Sanz (de edad inconfesable, y tampoco su lugar de nacimiento) es conocida sobre todo como novelista, y se ha ido labrando en estos últimos años una considerable reputación como tal. Cuenta con varias novelas que la han situado entre lo más destacado de la última narrativa española, como (entre otros títulos) Los mejores tiempos (Premio Ojo Crítico 2001), Susana y los viejos (finalista del Nadal en 2006), La lección de anatomía (2008), y la recientísima Black, black, black (2010). Así, es una autora que posee un público fiel y sus novelas enganchan desde la primera hasta la última página sin que puedas despegar los ojos de ellas. Pero hasta ahora no se había prodigado como poeta, o al menos no había dado a la imprenta nada. Ahora, felizmente la Editorial Bartleby nos ha mostrado esa faceta donde se siente tan libre, sin tener que sujetarse a ninguna norma —ni comercial, ni para los lectores, ni de ninguna otra índole— que la atenace o la supedite a un discurso determinado. La poesía de Marta Sanz es muy rompedora, su intento —y su realización— es ciertamente renovador. De hecho Perra mentirosa y Hardcore, que son dos libros independientes aunque unidos en un mismo volumen, vertebrados por una similar unidad en tanto que estructura narrativa, gozan de esa plenitud o eclosión verbal, estilística, sintáctica e imaginística. La poeta se sitúa en un terreno sedimentario y de excrecencias semánticas, de uniones libres y de ruptura con los cánones establecidos (no en vano su colección de cuentos se titula El canon de normalidad) que la instalan en un terreno ampliamente escurridizo y novedoso donde el lector se encuentra estupefacto en más de una ocasión, sorprendido y muchas veces en estado de shock. La propuesta es muy descarada, como los propios títulos de los libros indican. Y una «poética» en toda regla es ésta, de Perra mentirosa:

No quiero la palabra precisa.
Es pobre y es pequeña.
Quiero una palabra
llena de flecos.

Una lámpara con chupones morados.
Una excrecencia.
Gota que rezuma del canalón.
La estalactita rota.
El polvo de trabajar los brillantes.
Un hielo deshecho.
Y deshaciéndose.
La saliva que le escapa, por la comisura,
a la bella que duerme en el bosque.
La ganga del mineral.
El hielo que sobra detrás del cañamazo.

No quiero la palabra precisa,
sino una llena de flecos,
una lámpara y vuelta y empezar,
un laberinto,
la flor,
una palabra
que ni yo misma entienda
y sólo pueda poseer
cuando los otros,
los de buena voluntad,
me la traduzcan.
            (p. 19)

Sin duda que ésta es una de las mejores composiciones del volumen, pues contiene en su fórmula toda una declaración de intenciones. Hay una realidad que se halla fuera de nuestro alcance, y que es lo que los demás piensan de nosotros, lo que los demás entienden de lo que decimos, aquel «mundo interpretado» que comentara Rilke y que aquí aparece en el último verso, cuando la poeta reciba esa palabra que ansía pero que sólo puede llegar traducida por «los otros». En general ambos poemarios presentan una estructura narrativa común, y eso destaca por encima de su argumento en una primera impresión. En la solapa se les califica como «poema-libro», y quizás a partir de ahí podríamos comenzar a diseccionarlos un poco, según esa somera estructura. En efecto, por su composición altamente narrativa, por la ausencia de títulos de los fragmentos, y por la unidad de cada una de las entregas, ambas se encuentran a caballo entre la narración más abrasadora y ciertas gotas de lirismo provocador. Esos fragmentos o secuencias van creando una atmósfera alrededor de una historia o un personaje fundamental y va naciendo una peripecia alrededor, una historia nunca clara del todo, nunca referida del todo, más bien sugerida y circundada por detalles pertinentes que van uniéndose a la trama central. Los dos libros, no obstante, se concentran en torno a la figura de la mujer, una mujer que por momentos se muestra frustrada y que realiza una revisión despiadada de su realidad, de su pasado, su presente y su futuro, una mujer muy humana —pero que podría parecerse a un hombre si no fuera por ciertas marcas de género inconfundibles— y que busca en la cotidianidad dónde agarrarse, un lugar en el que encontrar estabilidad y seguridad dado que su interior se encuentra vacío, como en esta muestra de Perra mentirosa:

Si mi vida interior no existe,
adquiero el derecho a hablar de mí misma
porque, en cada masturbación,
cuando el dedo busca
o, contra la corteza del árbol, la loba descubre;
en cada círculo vicioso;
en cada voluta y en cada fleco de mi vida interior,
que no existe,
cada vez que enredo con mi dedo índice,
que no es acusador,
cada vez que chupo o muerdo
esos mechones de pelo de mi vida interior,
cada vez que se la cuento al enemigo,
estoy fuera de mí,
hablando de vosotros.
                (p. 13)

La dialéctica vida interior / vida exterior se plantea como un proceso a través de la escritura, que es donde realmente se encuentra la identidad de quien escribe, donde el sujeto se comunica con el mundo. A partir de ahí se vuelca la relación con el lector, que es el intermediario de cualquier explicación e interpretación. En ese sentido, el componente ficcional es muy alto y está en la base de nuestro análisis, en la base de la propuesta de Marta Sanz. Porque la escritura no está exenta de ficción, de creación, y más tratándose de un poema-libro donde la historia se va desgranando en torno a una voz o un personaje más o menos desestructurado y desposeído de sus ropajes clásicos, pero personaje y voz al fin y al cabo. Esa es la «mentira» de la perra de la que habla el primer poemario, extensible también a Hardcore, como en este explicativo fragmento:

Enciendo el ordenador
y la sinceridad
se me esconde
ante la inquietud
de poder ser
provocadora
y de que,
de repente,
alguien crea
lo que no es
y entre
en mi cocina
o en el fondo
de mis piernas,
en la entretela oscura,
el armarito,
para desbaratarme
todos
los cacharros.
            (p. 32)

El sujeto poético confiesa su aversión hacia la identificación del yo lírico con la del yo biográfico, autobiográfico en este caso, y pone una distancia en todo lo que escribe. Por eso no podemos dejar de leer estos fragmentos o secuencias narrativas como historias entrelazadas a través de un hilo argumental común, de un personaje más o menos unitario, que les va dando sentido. En cualquier caso hay que recordar aquí que muchas veces la ficción posee más verdad, por su elaboración y por todo lo que comporta, que la descripción con pelos y señales de un diario o un acta notarial, y precisamente un libro de poemas es todo lo contrario a un acta notarial.

No falta, como es propio de esta escritura que se plantea al límite de la lírica tradicional y al límite de la narración contemporánea o clásica, dosis de lenguaje «hardcore», utilizando el mismo adjetivo del título. El sujeto se desliga de tópicos y estereotipos, moldes y paradigmas que encasillen la visión de la mujer. Por ejemplo la mujer también es visceral en el sexo, no es sólo la que aporta la ternura a la pareja, como tradicionalmente —e incluso hay teorías biológicas que lo aseguran— se dice, reservándole el papel de los sentimientos y la sensibilidad. Hay momentos de lucidez en la vida sexual que no pasarán desapercibidos para ningún lector y que están llenos de dureza y cariño a un tiempo, una mirada radical hacia nuestras necesidades e instintos más animales, pero a la vez intentando recuperar todo lo emotivo que encierra una relación, como en esta secuencia, entre alguna otra que podríamos citar de ambos poema-libro, de Perra mentirosa:

Y al final todo trata
de las membranas que nos unen las falanges;
de las uñas que crecen por emanación de líquidos
que nos empapan la cama por la noche.

De la orina que perfuma el amarillo de tu pelo tan rubio
y del orificio que, imprevisiblemente,
a la hora de la siesta,
se pone a latir,
se ensancha
y deslizándose
busca,
arriba y abajo,
desde el pelo del pubis al agujero del culo,
su tierno pistilo
            (p. 37)

En fin, sea como fuere, estas dos primeras entregas —dos en una, dos por el precio de una— de Marta Sanz son altamente recomendables, por estas razones que aquí hemos descrito brevemente, y por otras que dejamos que los lectores descubran por su propia cuenta. No deja de ser curioso que nos encontremos ante una de las novelistas más interesantes de los últimos años, asentada ya de pleno en el panorama editorial, como lo demuestra su prestigiosa trayectoria, pero que no se conforma ni con un género ni con un lenguaje. Desde luego apuestas como la de Marta Sanz son muy loables. No nos gustaría terminar sin citar Black, black, black, su última incursión en la narrativa, una novela policiaca, tres veces negra, aludiendo quizás a las tres historias principales que se van entrelazando en ella, y la cual está alcanzando gran repercusión —con el ya habitual entusiasmo y aceptación— entre los lectores, lectores de siempre y de culto por un lado, pero también por otro su llegada cada vez mayor hacia el gran público.

JUAN CARLOS ABRIL

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