El universo mudo
23/10/2010Publicado en Babelia, El País
Enterrar a los hijos: he aquí un tema literario que tiene asegurada la adhesión sentimental de los lectores. Pero, por eso mismo de que la emoción está descontada, el poema que lo recoja corre el peligro de encallar en una expresión codificada y al final inerte. Conseguir que lo primero no quede neutralizado por lo segundo, y que el confesionalismo no anegue la eficacia artística, es el mérito mayor de Elegía (Elegy), libro con el que la estadounidense Mary Jo Bang (Waynesville, Misuri, 1946) obtuvo en 2007 el National Book Critics Circle Award. La muerte por sobredosis de su hijo la llevó a afrontar su escritura expuesta al sentimiento a bote pronto, contra la idea de la emoción recordada en la tranquilidad que enunciaba Wordsworth en el Preface a las Lyrical Ballads. Más claro aún, el "cuando siento no escribo", de Bécquer, impugnaba la poesía escrita con "la parte orgánica y material que se conmueve al rudo choque de las sensaciones producidas por la pasión y los afectos", en favor de la memoria viva que requiere del artificio. Mary Jo Bang se inscribe en esa estética que rehúye la poesía como un vómito: "¿Queréis toda la historia? Empezaré / por el principio. Estábamos en enero. Troya bajo / asedio. A punto de rendirse". Para ello recurre a la recreación de una vida y una muerte que trasciende el desahogo confidencial, a la desvertebración de un relato sin orden argumental, y a la refracción del yo en un personaje transmutado en ella: "Sin embargo la mente de ella palpitaba / con su presencia silenciosa. ¿Cómo se puede vivir / con tanta tristeza?". La aflicción aparece como un objeto del que puede hablarse y sobre el que se puede pensar, lo que hace que los poemas de Elegía, en vez de abismarse en el catafalco del dolor propio, que tanto se asemeja en su insaciabilidad al amor propio, se desplieguen centrífugamente hacia el exterior: el escenario de la derrota, el reconcomio de la culpa en los supervivientes, la secuencia imperturbable del paso del tiempo en un universo mudo. La ajustada traducción de Jaime Priede, acompañada al pie por el texto original, acerca hasta el lector en español a uno de los nombres más reconocidos de la poesía última de su país.
ÁNGEL L. PRIETO DE PAULA