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Desasosiegos 30/10/2009Publicado en Revista La Estafeta del Viento



Aunque un libro de poemas está abierto a la interpretación de quien lo lea, no deja de ser cierto que estamos condicionados por una tradición,  más o menos asumible, que actúa como una línea de puntos luminosos -o mejor una constelación-,  en cada uno de los cuales nos imaginaremos el brillo de los precursores:  unos resplandecerán más que otros en función de quien observe el plano, e irremediablemente otros desaparecerán o  parpadearán titilantes hasta que se oscurezcan. El maestro Mallarmé, en una conferencia que pronunció en Oxford el uno de marzo de 1894, ya se estaba adelantando a su época cuando aseguró que la prosa misma era un verso fragmentado que jugaba con sus timbres e incluso con sus rimas disimuladas. Y añadió: “porque toda alma es un nudo rítmico”.  El libro del autor cordobés Antonio Luís Ginés (1967) me ha llevado a la hermosa y concisa expresión puesto que sus textos son llevados hasta el paroxismo del desasosiego. Hablamos de una prosa poética muy concisa y acertada, no en vano también es un excelente autor de relatos.

Picados suaves sobre el agua contiene el pulso de un hombre de nuestro tiempo que ya no tiene que sostener su idiosincrasia de masculinidad,  afortunadamente.

El poemario está dividido en tres secuencias espaciales que nos devuelven al título del mismo: picados, suaves, sobre el agua. Esta construcción de carácter cinematográfico apela a un campo de imágenes que no sólo se nutre de la literatura pura y dura sino que abre su objetivo a campos tan interesantes como el cine-quién puede hoy ignorar ese detalle-. Escribir ya no es sólo una concatenación de virtuosismo lingüístico.

Como digo en el prólogo, cada poema se anuncia con un  título-palabra  que va a ser significativa en el desarrollo del mismo -y seguimos con las imágenes cinematográficas-  donde acompañaremos al poeta a mirar por un camino existencial, irregular y constante,  de donde brota el desmoronamiento de la existencia en cada uno de sus derroteros,  marcando un rumbo de expectación a la deriva. Los textos son eslabones de una cadena que salda cuentas con la vida a golpe de instantes donde se percibe el momento de la sensación verdadera (parodiando a Handke). Y es que el tiempo y el espacio,  fugaces y veloces, son captados algunas veces con precisión en ciertos poemas para hacer sentir esa fugacidad al lector (también la fotografía, sobre todo,  la de antes).

¿Qué movimiento desata este nudo rítmico del alma?: el sujeto apenas puede moverse, sólo en su perplejidad es espectador de escenas de su propia vida en un plano subjetivo, haciendo que autor, lector y personaje compartan la misma mirada.

Seres que el azar mueve en una repetición construida a base de dosis muy elevadas de tradición y secuelas religiosas. Y el resultado es que cuesta salirse del marco en el que padecemos la existencia. Por suerte, la poesía,  aunque no nos brinde solución alguna,  hace que te detengas y por lo menos reflexiones: Es hora de esparcirse, de lanzarse a los valles y los pueblos, de abrir planos y señalar puntos remotos.  Apenas importa el equipaje, sólo cruzar y no detenerse más de lo preciso, ganar segundos en las puestas de sol....

CONCHA GARCÍA

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