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Un sensacional poemario 01/10/2009Publicado en Revista Otro Lunes



Este venezolano, hijo de emigrantes gallegos, nos ofrece su propia traducción del gallego al castellano en la edición bilingüe (corregida y aumentada, según el escritor) de un sensacional poemario.

Abeleira realiza una reivindicación de lo ancestral, de lo primigenio, que ofrece el misterio de lo intacto y el poder de lo puro. De hecho, precisamente, siguiendo la filosofía de los chamanes, el autor representa a los animales como auténticos “animales de poder”, a los que venera. Así, el poeta busca una comunión total con la naturaleza, aunque más concretamente con las otras especies animales: “Los animales eran hombres y los hombres animales / Orgullosos de ser animales”.

Abeleira los plasma de manera majestuosa, trascendente, transmisores de un contundente poder. Son descritos con misterio, sin cotidianeidad, con fascinación por su presencia. Resuenan entonces ecos de Ted Hughes. Salvo en una de las partes, “Olca. Poemas de amor animal”, en las otras dos cada poema es titulado con una especie y está dedicada a ella. En ocasiones, además, Abeleira se transforma en algunos de los animales, que son quienes ocupan el “yo poético” y nos muestran el mundo desde su perspectiva y con sus características. Se engrandecen, de esta manera, los seres, pues se nos hace patente “la insultante astucia de las bestias”. Parecen tener la realidad bajo su control. Es más, el temor que el poeta manifiesta en algunos poemas hacia los animales es un temor reverencial, quizá primigenio, es el pánico a que puedan destruir la civilización. No en vano, el autor habla poéticamente del expolio que hace el ser humano del medio natural: “Y es que saben / De nuestra opulencia saben / Que nuestras arcas ocultan una cosecha / Que no nos pertenece y / Hay que repartir”.
Busca de este modo la redignificación de las especies animales. Por eso en varias ocasiones Abeleira nos lleva a la caverna prehistórica, a un tiempo mítico, donde los animales son dioses, pues ésa es su verdadera intención. Un buen ejemplo es el poema sobre el “dios alce”, donde escribe una potente cosmogénesis pagana (“Bramó el alce / Los helechos alzaron el vuelo se elevaron / Los árboles”), que termina por ironizar los relatos creados por las personas para explicar el universo (“Y vio el alce / Que todo era bueno”). Sin embargo, el escritor lo lleva a su cenit en el extenso, evocador y logrado “Asas”; un devocional canto de amor (con connotaciones sexuales, por otra parte) a la madre Tierra (“Madre Asas madre diosa madre tierra madre / Vaca” son sus versos finales) reinvindicando la pervivencia de su fuerza en los seres humanos, a pesar de haberla dado la espalda: “Porque madre madre madre / Tú vives dentro de nosotros como una vieja ara / Como una imagen desconchada en una capilla en llamas”.

Es importante señalar que todas las metáforas y comparaciones (con algunas mínimas excepciones, como la que acabo de citar) se insertan en el campo semántico de la naturaleza. Así, Abeleira sólo utiliza a ésta como referencia: ciñe la realidad a ella.

La infancia continúa siendo ese espacio de relación sincera e igualitaria con los animales y devocional con la naturaleza (“Los niños jugaban al río veneraban al río”) ya que la inocencia y la ingenuidad desenmascaran los convencionalismos sociales que separan al ser humano del medio natural. La tecnología (el poeta indica el fuego como punto de partida) le vuelve prepotente, arrogante y agresivo y, entonces, “Temerosos los hombres constataron su silencio”.

También alude a la alucinación, a la potencia de lo onírico que pondría en relación al ser humano de nuevo (otra vez los chamanes) con su esencia animal.

Y sobre esa naturaleza intrínseca precisamente pivota la poesía de amor de Abeleira, que supone, como ya he apuntado, una sección propia. El escritor representa un amor instintivo, muy pasional (“Los amantes se vuelven un río”) e incluso agresivo: “Mi amor mi buen salvaje / Como cualquier otro animal / Se arroja a la pasión / En su estado más puro”. En ocasiones del mismo modo llega a ser bastante explícito, y no entiende de convencionalismos sociales (ya he señalado la relación incestuosa de “Asas”). Así, otorga nuevas conexiones a uno de los temas clásicos.

Por otra parte, hay que indicar que el poeta no utiliza signos de puntuación, e inicia cada verso con mayúsculas. Consigue así dar mayor relevancia a la disposición de versos y estrofas para determinar el ritmo.

De esta manera, la propuesta de Xoán Abeleira en este extraordinario poemario es tremendamente poderosa, envolvente y atractiva. Resulta francamente muy interesante acercarse a Animales animales y dejarse atrapar por su universo; ése del que tal vez no debimos haber salido nunca.

ALBERTO GARCÍA-TERESA

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